Secuencias
Atrapar la realidad, orden y sensación en un armónico equilibrio de belleza corporal e intelectual. Penetrar en el significado más profundo de las cosas, cada línea poseyendo vida propia en un discurso plástico resultante de la noble inquietud de quien sabe que la actividad, su infinita capacidad de trabajo, es el único camino que lleva al conocimiento. Inagotable facultad donde lo sustancial enlaza con la pluralidad de posibilidades contenidas en cada instante vital de Juan Manuel González Calderón.
Y sin duda nos encontramos ante un magnífico momento si atendemos al intenso goce que emana de los acentos del cuerpo femenino, ofrecido éste como una de las principales fuentes de placer estético: Damas ocultas.
Sacrificando la unidad presenta entidades perfectas en las formas individuales, donde una dinámica magia de líneas traduce la idea casi en el instante, con la libertad que permite la espontaneidad aunada a la previsión. No son siluetas indecisas sino variaciones, réplicas, apuntes llevados a gran formato, sin detener el tiempo, enlazando con la realidad.
Realidad siempre latente en la obra de Juan Manuel González Calderón, vuela sobre ella, enfoca, dispara y revela la vitalidad de la propia vida. Su vocación aeronáutica, la pasión fotográfica, las notas musicales, iniciales vocaciones que, en un concepto bergsoniano de la existencia, cambiaron de rumbo hacia otros mundos artísticos. Y así planea sobre la naturaleza, descubre la Isla de la Libélula, los Pétalos de Tierra, traza la ruta del signo gráfico a través de la cultura mediterránea, toca allegro en sus diseños gráficos... enseña trabajando.
Su proceso de continuidad en la invención es el que corresponde a un ser en constante renovación, jugando con las formas reordena lo sistematizado, otorga equilibrio entre la tensión formal y plástica, entre la pasión y el entendimiento, ofreciéndonos el placer de contemplar como estado de gran receptividad objetivizada.
La mirada no vaga sin dirección, detecta la rotunda presencia física proyectada hacia el espectador, apoyada en la abstracción del espacio en el que dispone el desnudo, ajeno a la distracción, exento de temas adicionales y tradicionales. Y esa es la abstracción permitida, porque todo lo que transgreda la realidad, la externa y múltiple realidad, está ausente; aunque ofreciendo una visión de la misma desconocida.
La mujer evoluciona sobre el lienzo, en un formato que traduce comodidad, participando del goce infinito de la estética artesanal, recibiendo al dibujo y al color como fundamentos del arte.
Respondiendo a las exigencias del pensamiento, el dibujo. Severa disciplina esencial al desnudo, elegancia deudora del “disegno” florentino, subrayando la vitalidad de la forma, vinculando los principios geométricos y orgánicos de la belleza.
Energía y decisión, la fuerza expresiva del color, la audacia de la luz en ocasiones sumergida en un infinito de sombra... teñir con el color del espíritu el mundo material, revelando mil matices del sentimiento.
Un soplo de tempestad revolucionaria. Damas ocultas que enlazan con los “visages vides” de Matisse, donde el rostro no es considerado el único espejo del alma. No existe un músculo en la figura humana que no traduzca las variaciones interiores, el cuerpo no es sólo secuencias de causa y efecto según las posiciones anatómicas, es igualmente la envoltura de las emociones del espíritu. Recordando a Vïctor Hugo, lo que nosotros adoramos en el cuerpo humano más que su forma bellísima, es la llama interior que parece iluminarlo por transparencia. Así el artista nos dedica el desnudo empapado de pensamiento, secuencias que alcanzan una existencia independiente en actitudes fugitivas, metamorfosis, transiciones de una actitud a otra, movimiento, en la realidad el tiempo no se detiene nunca.
Y esta mujer es capaz de evocar las imágenes más variadas sin desprenderse en ningún instante de la relación arte y vida.
Emana energía vital, tensión y equilibrio, hermoso equilibrio de forma, temblor sensual; abstracción, la que ejerce sobre los sentidos, las eternas armonías abstractas del arte.
Incluso el ropaje convierte simultáneamente las formas en misterio y comprensión, son desnudos vestidos, cuerpos en reposo activo, la fuerza turbadora de observar un fragmento de lo que estamos acostumbrados a ver en extensión.
Perfectas composiciones donde pleno y vacío juegan a complementarse en cuanto son relativos, donde lo estéticamente placentero las convierte en universales, donde el potente y nervioso trazo envuelve al color, los diferentes tonos evocan el sombreado veneciano, la proximidad y la lejanía, la expansión o la absorción de la luz en fusión con la subjetividad del artista, escondido éste intencionadamente en su anagrama, valorando así la obra de arte y dejando que lo pictórico, lo eternamente presente, sea el verdadero placer, el conocimiento de la esencia, el reconocimiento de su integridad.
Aplaudimos las verdades sustanciales expresadas en esta obra. El arte exige decisión, interrogar sin cesar la realidad, proceder en el buen oficio, ver toda la verdad, saber ver, comunicar la mirada con el corazón para leer en el seno de la Naturaleza. Ya no se trata sólo de líneas, superficie, volumen, color, movimiento, sino de vida.
Purificación Salazar Molinero
Y sin duda nos encontramos ante un magnífico momento si atendemos al intenso goce que emana de los acentos del cuerpo femenino, ofrecido éste como una de las principales fuentes de placer estético: Damas ocultas.
Sacrificando la unidad presenta entidades perfectas en las formas individuales, donde una dinámica magia de líneas traduce la idea casi en el instante, con la libertad que permite la espontaneidad aunada a la previsión. No son siluetas indecisas sino variaciones, réplicas, apuntes llevados a gran formato, sin detener el tiempo, enlazando con la realidad.
Realidad siempre latente en la obra de Juan Manuel González Calderón, vuela sobre ella, enfoca, dispara y revela la vitalidad de la propia vida. Su vocación aeronáutica, la pasión fotográfica, las notas musicales, iniciales vocaciones que, en un concepto bergsoniano de la existencia, cambiaron de rumbo hacia otros mundos artísticos. Y así planea sobre la naturaleza, descubre la Isla de la Libélula, los Pétalos de Tierra, traza la ruta del signo gráfico a través de la cultura mediterránea, toca allegro en sus diseños gráficos... enseña trabajando.
Su proceso de continuidad en la invención es el que corresponde a un ser en constante renovación, jugando con las formas reordena lo sistematizado, otorga equilibrio entre la tensión formal y plástica, entre la pasión y el entendimiento, ofreciéndonos el placer de contemplar como estado de gran receptividad objetivizada.
La mirada no vaga sin dirección, detecta la rotunda presencia física proyectada hacia el espectador, apoyada en la abstracción del espacio en el que dispone el desnudo, ajeno a la distracción, exento de temas adicionales y tradicionales. Y esa es la abstracción permitida, porque todo lo que transgreda la realidad, la externa y múltiple realidad, está ausente; aunque ofreciendo una visión de la misma desconocida.
La mujer evoluciona sobre el lienzo, en un formato que traduce comodidad, participando del goce infinito de la estética artesanal, recibiendo al dibujo y al color como fundamentos del arte.
Respondiendo a las exigencias del pensamiento, el dibujo. Severa disciplina esencial al desnudo, elegancia deudora del “disegno” florentino, subrayando la vitalidad de la forma, vinculando los principios geométricos y orgánicos de la belleza.
Energía y decisión, la fuerza expresiva del color, la audacia de la luz en ocasiones sumergida en un infinito de sombra... teñir con el color del espíritu el mundo material, revelando mil matices del sentimiento.
Un soplo de tempestad revolucionaria. Damas ocultas que enlazan con los “visages vides” de Matisse, donde el rostro no es considerado el único espejo del alma. No existe un músculo en la figura humana que no traduzca las variaciones interiores, el cuerpo no es sólo secuencias de causa y efecto según las posiciones anatómicas, es igualmente la envoltura de las emociones del espíritu. Recordando a Vïctor Hugo, lo que nosotros adoramos en el cuerpo humano más que su forma bellísima, es la llama interior que parece iluminarlo por transparencia. Así el artista nos dedica el desnudo empapado de pensamiento, secuencias que alcanzan una existencia independiente en actitudes fugitivas, metamorfosis, transiciones de una actitud a otra, movimiento, en la realidad el tiempo no se detiene nunca.
Y esta mujer es capaz de evocar las imágenes más variadas sin desprenderse en ningún instante de la relación arte y vida.
Emana energía vital, tensión y equilibrio, hermoso equilibrio de forma, temblor sensual; abstracción, la que ejerce sobre los sentidos, las eternas armonías abstractas del arte.
Incluso el ropaje convierte simultáneamente las formas en misterio y comprensión, son desnudos vestidos, cuerpos en reposo activo, la fuerza turbadora de observar un fragmento de lo que estamos acostumbrados a ver en extensión.
Perfectas composiciones donde pleno y vacío juegan a complementarse en cuanto son relativos, donde lo estéticamente placentero las convierte en universales, donde el potente y nervioso trazo envuelve al color, los diferentes tonos evocan el sombreado veneciano, la proximidad y la lejanía, la expansión o la absorción de la luz en fusión con la subjetividad del artista, escondido éste intencionadamente en su anagrama, valorando así la obra de arte y dejando que lo pictórico, lo eternamente presente, sea el verdadero placer, el conocimiento de la esencia, el reconocimiento de su integridad.
Aplaudimos las verdades sustanciales expresadas en esta obra. El arte exige decisión, interrogar sin cesar la realidad, proceder en el buen oficio, ver toda la verdad, saber ver, comunicar la mirada con el corazón para leer en el seno de la Naturaleza. Ya no se trata sólo de líneas, superficie, volumen, color, movimiento, sino de vida.
Purificación Salazar Molinero